viernes, 18 de septiembre de 2015

Mindfulness

Mindfulness es una antigua práctica budista que quiere decir atención plena. Para los y las que se limiten de conocer más esta práctica por la típica idea de la meditación, debo empezar diciendo que no se trata de vivir en un estado de ensimismamiento, sino de practicarla en la vida cotidiana además de los momentos diarios de práctica formal.

                Mindfulness está siendo aplicada en el ámbito laboral, escolar y terapéutico con grandes beneficios en corto espacio de tiempo, y en diversos estudios se demuestra que la práctica es capaz de modificar la estructura cerebral, logrando mejor adaptación a los cambios y respuesta al estrés.

Inmersos  en nuestra rutina, no nos damos cuenta de que es más perjudicial el estrés cotidiano que el puntual, pues el primero se convierte en un hábito difícil de cambiar con consecuencias físicas y psicológicas. Las consecuencias se notan en diferentes ámbitos de nuestra vida. En el trabajo propicia la falta de atención y concentración, de memoria, cansancio, disminución de la motivación, baja la creatividad y la eficacia de nuestro trabajo, afecta a nuestra relación con el entorno etc…

No nos paramos a pensar qué queremos en nuestra vida, actuamos por inercia, dejándonos llevar por los quehaceres cotidianos, por lo que hace el resto, por lo que se espera de nosotros/as, y por los pensamientos distorsionados que a continuación veremos.

¿Cómo se practica?

    Se diferencia de la simple concentración en que la concentración es una parte importante de la atención plena pero esta va más allá. Solo se observa, no se juzga, no se interviene, no se piensa en el futuro, solo en el presente atendiendo a las sensaciones y dejando que los pensamientos fluyan sin detenernos en ellos o cuestionarlos. Sin darnos cuenta, si  nuestro estado está alterado en el presente, probablemente con preocupaciones del futuro, puede encadenar el siguiente momento, de forma indeseada, y así podemos ir encadenando momentos de forma que nunca vivamos plenamente el presente.  La preocupación no mejora el futuro, la ocupación en una sola cosa a la vez, sí.

    Una de las bases es el no apego a los pensamientos y situaciones, ya que son una representación fragmentada de la realidad pues nuestra mente prefiere darnos una respuesta irreal pero completa que asumir que no puede darla, así que intentamos recomponer y completar la realidad con creencias que suelen distar de la realidad, creando a veces, miedos e inseguridades.
    Es importante mantener el hábito. No frustrarse si no se notan resultados inmediatos. En mindfulness, no se contempla la palabra practicar con el sentido de ensayar para mejorar algo, aunque esa mejora pueda venir con la práctica.

    El tiempo necesario. En mindfulness es importante no pensar en el tiempo. Poner una alarma o guiarnos por audios puede ser efectivo al principio. Y saber que tan valioso son cinco minutos de práctica como una hora.

    La importancia de hacer solo lo urgente e importante. El resto, hay que saber delegarlo, confiando en las demás personas. Por último, debemos detectar los denominados “ladrones de tiempo” y saber eliminar esas tareas de nuestro día a día, si no nos reportan ningún beneficio.

    Concienciarnos de que nada es tan importante y de que el perfeccionismo puede hacer precisamente que no lleguemos a nuestro objetivo si nos puede la presión. Debemos pensar que si nos tuviésemos que ir por un tiempo largo, nuestras responsabilidades con ese entorno desaparecerían o serían asumidas por otras personas, y todo seguiría su curso, lo que hace pensar que no son tan importantes como las percibimos. Así mismo, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de que nada fue tan importante como lo vivíamos en ese momento y mucho menos importante de cómo lo percibíamos antes de que el hecho sucediese.

    Práctica no formal y formal. Como hemos mencionado hay dos tipos de práctica. La no formal desarrollada en actividades diarias, observándolas como si fuese la escena de una película, describiéndolas, haciendo solo una cosa a la vez, centrándose en lo que más despierta nuestra atención, no juzgar, participar sin la intención de cambiar la situación, no dejarnos llevar por el impulso de huida o lucha ante determinadas situaciones. Y en la práctica formal podemos realizar diferentes tipos de meditación, haciendo que nuestra respiración sea lo más importante. Para profundizar en la práctica formal, aconsejo leer "Mindfulness en la vida cotidiana" de Jon Kabat-Zinn.

    Motivación. Tener nuestro rumbo fijado pero siendo flexible y empáticos. La empatía tiene que ver mucho con mindfulness pues, igual que este es observar sin intervenir, la empatía es comprender sin compartir o simpatizar con los sentimientos de esa persona. Si entendemos los motivos que mueven a las otras personas será más fácil no juzgar y evitar el enfado.

    No hay fórmulas mágicas ni es suficiente con los pensamientos positivos. Estos se deben cultivar, convertirlos en conductas que acaben siendo un hábito y finalmente un estilo de vida. Depende de los pasos que vayas dando y de cómo se gestionen las emociones.

    La impaciencia, que se hace visible en la práctica, delata el enfado que hay debajo de esta y la disconformidad permanente por querer que las cosas sean diferentes a como son. Es preciso elegir entre justicia y felicidad y, como dice en su libro Jon Kabat- Zinn, entender que “esto es lo que hay”, aunque no tiene nada que ver con la idea de resignación.

    La preocupación y la culpa. Son las dos emociones más inútiles que existen pues ninguna se sustenta en el presente, la culpa está basada en un hecho del pasado y la preocupación en un hecho del futuro. No podemos hacer nada por cambiarlo, solo podemos actuar sobre el presente.



Si hacemos de estas emociones un hábito, viviremos de forma que nunca disfrutemos del presente, preocupados por un futuro, que cuando llegue, se convertirá en presente y volveremos a vivirlo en tensión y sin disfrutarlo.

    Querer ser feliz plenamente todo el tiempo, paradójicamente nos conduce a la infelicidad, y puede llevar a la soledad. Un ejemplo de ello puede ser el mito del amor romántico y otros estilos de vida que seguimos y que nos hacen pensar que estamos “programados socialmente” valiéndose de la necesidad que el ser humano tiene de relacionarse e integrarse en el entorno. Muchas veces, esas idealizaciones, nos conducen a la frustración.



    Por último, debemos tener en cuenta a los pensamientos distorsionados con los que vivimos y ni siquiera detectamos, y que desencadenan estados de ánimo disfuncionales  como el pensamiento dicotómico o del todo o nada, la sobregeneralización a raíz de un acontecimiento negativo, la abstracción selectiva, centrándonos sólo en lo negativo, descalificar lo positivo que nos ocurra atribuyéndoselo a la suerte, proyectar en el otro pensamientos que no son aceptados como propios porque causan sentimientos negativos, imaginar resultados catastróficos cuando estamos ante una situación incómoda, negación de los problemas, los deberías autoimpuestos e impuestos a los demás en función de cómo creemos que deben ser las cosas, etiquetar situaciones o personas en términos absolutos y permanentes, la personalización atribuyéndonos la culpa de acontecimientos negativos etc…

Con todo ello, os animo a empezar a conocer el mindfulness o atención plena y practicarlo, así como aplicarlo en vuestro trabajo si este se trata de la atención a personas


Fuente:
- See more at: http://www.lanuevarutadelempleo.com/node/5818#sthash.h2MuRSRc.dpuf
Mindfulness es una antigua práctica budista que quiere decir atención plena. Para los y las que se limiten de conocer más esta práctica por la típica idea de la meditación, debo empezar diciendo que no se trata de vivir en un estado de ensimismamiento, sino de practicarla en la vida cotidiana además de los momentos diarios de práctica formal.
                Mindfulness está siendo aplicada en el ámbito laboral, escolar y terapéutico con grandes beneficios en corto espacio de tiempo, y en diversos estudios se demuestra que la práctica es capaz de modificar la estructura cerebral, logrando mejor adaptación a los cambios y respuesta al estrés.
Inmersos  en nuestra rutina, no nos damos cuenta de que es más perjudicial el estrés cotidiano que el puntual, pues el primero se convierte en un hábito difícil de cambiar con consecuencias físicas y psicológicas. Las consecuencias se notan en diferentes ámbitos de nuestra vida. En el trabajo propicia la falta de atención y concentración, de memoria, cansancio, disminución de la motivación, baja la creatividad y la eficacia de nuestro trabajo, afecta a nuestra relación con el entorno etc…
No nos paramos a pensar qué queremos en nuestra vida, actuamos por inercia, dejándonos llevar por los quehaceres cotidianos, por lo que hace el resto, por lo que se espera de nosotros/as, y por los pensamientos distorsionados que a continuación veremos.
¿Cómo se practica?
  • Se diferencia de la simple concentración en que la concentración es una parte importante de la atención plena pero esta va más allá. Solo se observa, no se juzga, no se interviene, no se piensa en el futuro, solo en el presente atendiendo a las sensaciones y dejando que los pensamientos fluyan sin detenernos en ellos o cuestionarlos. Sin darnos cuenta, si  nuestro estado está alterado en el presente, probablemente con preocupaciones del futuro, puede encadenar el siguiente momento, de forma indeseada, y así podemos ir encadenando momentos de forma que nunca vivamos plenamente el presente.  La preocupación no mejora el futuro, la ocupación en una sola cosa a la vez, sí.

  • Una de las bases es el no apego a los pensamientos y situaciones, ya que son una representación fragmentada de la realidad pues nuestra mente prefiere darnos una respuesta irreal pero completa que asumir que no puede darla, así que intentamos recomponer y completar la realidad con creencias que suelen distar de la realidad, creando a veces, miedos e inseguridades.
  • Es importante mantener el hábito. No frustrarse si no se notan resultados inmediatos. En mindfulness, no se contempla la palabra practicar con el sentido de ensayar para mejorar algo, aunque esa mejora pueda venir con la práctica.

  • El tiempo necesario. En mindfulness es importante no pensar en el tiempo. Poner una alarma o guiarnos por audios puede ser efectivo al principio. Y saber que tan valioso son cinco minutos de práctica como una hora.

  • La importancia de hacer solo lo urgente e importante. El resto, hay que saber delegarlo, confiando en las demás personas. Por último, debemos detectar los denominados “ladrones de tiempo” y saber eliminar esas tareas de nuestro día a día, si no nos reportan ningún beneficio.

  • Concienciarnos de que nada es tan importante y de que el perfeccionismo puede hacer precisamente que no lleguemos a nuestro objetivo si nos puede la presión. Debemos pensar que si nos tuviésemos que ir por un tiempo largo, nuestras responsabilidades con ese entorno desaparecerían o serían asumidas por otras personas, y todo seguiría su curso, lo que hace pensar que no son tan importantes como las percibimos. Así mismo, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de que nada fue tan importante como lo vivíamos en ese momento y mucho menos importante de cómo lo percibíamos antes de que el hecho sucediese.

  • Práctica no formal y formal. Como hemos mencionado hay dos tipos de práctica. La no formal desarrollada en actividades diarias, observándolas como si fuese la escena de una película, describiéndolas, haciendo solo una cosa a la vez, centrándose en lo que más despierta nuestra atención, no juzgar, participar sin la intención de cambiar la situación, no dejarnos llevar por el impulso de huida o lucha ante determinadas situaciones. Y en la práctica formal podemos realizar diferentes tipos de meditación, haciendo que nuestra respiración sea lo más importante. Para profundizar en la práctica formal, aconsejo leer Mindfulness en la vida cotidiana de Jon Kabat-Zinn.

  • Motivación. Tener nuestro rumbo fijado pero siendo flexible y empáticos. La empatía tiene que ver mucho con mindfulness pues, igual que este es observar sin intervenir, la empatía es comprender sin compartir o simpatizar con los sentimientos de esa persona. Si entendemos los motivos que mueven a las otras personas será más fácil no juzgar y evitar el enfado.

  • No hay fórmulas mágicas ni es suficiente con los pensamientos positivos. Estos se deben cultivar, convertirlos en conductas que acaben siendo un hábito y finalmente un estilo de vida. Depende de los pasos que vayas dando y de cómo se gestionen las emociones.

  • La impaciencia, que se hace visible en la práctica, delata el enfado que hay debajo de esta y la disconformidad permanente por querer que las cosas sean diferentes a como son. Es preciso elegir entre justicia y felicidad y, como dice en su libro Jon Kabat- Zinn, entender que “esto es lo que hay”, aunque no tiene nada que ver con la idea de resignación.

  • La preocupación y la culpa. Son las dos emociones más inútiles que existen pues ninguna se sustenta en el presente, la culpa está basada en un hecho del pasado y la preocupación en un hecho del futuro. No podemos hacer nada por cambiarlo, solo podemos actuar sobre el presente.
Si hacemos de estas emociones un hábito, viviremos de forma que nunca disfrutemos del presente, preocupados por un futuro, que cuando llegue, se convertirá en presente y volveremos a vivirlo en tensión y sin disfrutarlo.

  • Querer ser feliz plenamente todo el tiempo, paradójicamente nos conduce a la infelicidad, y puede llevar a la soledad. Un ejemplo de ello puede ser el mito del amor romántico y otros estilos de vida que seguimos y que nos hacen pensar que estamos “programados socialmente” valiéndose de la necesidad que el ser humano tiene de relacionarse e integrarse en el entorno. Muchas veces, esas idealizaciones, nos conducen a la frustración.

  • Por último, debemos tener en cuenta a los pensamientos distorsionados con los que vivimos y ni siquiera detectamos, y que desencadenan estados de ánimo disfuncionales  como el pensamiento dicotómico o del todo o nada, la sobregeneralización a raíz de un acontecimiento negativo, la abstracción selectiva, centrándonos sólo en lo negativo, descalificar lo positivo que nos ocurra atribuyéndoselo a la suerte, proyectar en el otro pensamientos que no son aceptados como propios porque causan sentimientos negativos, imaginar resultados catastróficos cuando estamos ante una situación incómoda, negación de los problemas, los deberías autoimpuestos e impuestos a los demás en función de cómo creemos que deben ser las cosas, etiquetar situaciones o personas en términos absolutos y permanentes, la personalización atribuyéndonos la culpa de acontecimientos negativos etc…
Con todo ello, os animo a empezar a conocer el mindfulness o atención plena y practicarlo, así como aplicarlo en vuestro trabajo si este se trata de la atención a personas
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