“Los antioxidantes son buenos para la salud”.
Esta es una frase que la podemos oír a diario. Nos la dice nuestro
médico de cabecera, el locutor charlatán de algún programa radial
matutino, un amigo que forma parte de un negocio piramidal —ahora
conocido como “network marketing“— o nuestro vecino que lo leyó en uno
de los diarios naturistas que hay en los kioscos. Algunos usan esta
frase para justificar la compra de suplementos vitamínicos pues las
vitaminas A, C y E son antioxidantes por excelencia.
Pero, ¿consumir
antioxidantes realmente mejoran nuestra salud? Vamos a analizar que
dicen las evidencias para que saquemos nuestras propias conclusiones.
Radicales libres
Se estima que una persona adulta tiene unas 37,2 billones de células
en el cuerpo. Cada una funciona como una pequeña industria
especializada en producir ciertos componentes (neurotransmisores,
hormonas, proteínas, etc.) y cumplir con determinadas funciones (defensa
contra agentes infecciosos, purificación de la sangre, absorción de
nutrientes, etc.)
Como toda industria, las células requieren de energía para realizar
su trabajo. Para ello cuentan con docenas de generadores llamados
mitocondrias.
Las mitocondrias producen energía en forma de ATP a partir de los
nutrientes que ingerimos, principalmente, azúcares como la glucosa.
Pero, al igual que todo generador de energía, también producen ciertos
desechos, entre ellos, el dióxido de carbono y, en menor cantidad, unos
fragmentos de moléculas llamadas especies reactivas del oxigeno (ROS,
por sus siglas en inglés) —también conocidas como radicales libres.
Las ROS son muy inestables. Presentan electrones libres —son agentes
oxidantes— dispuestos a reaccionar con cualquier otra molécula como el
ADN, provocándole daños que podrían desencadenar ciertas enfermedades y
el envejecimiento progresivo de nuestro cuerpo.
Por suerte, nuestras células cuentan con enzimas como la superóxido
dismutasa y moléculas como el glutatión que neutralizan a las ROS.
Alguno estudios realizados en animales de laboratorio demostraron
que si estas moléculas protectoras son inhibidas o bloqueadas, se reduce
significativamente la esperanza de vida del individuo. Es por esta
razón que los antioxidantes se han puesto de moda como la solución al
problema del envejecimiento.
Sin embargo, para el Dr. Michael Ristow del Instituto Federal Suizo
de Tecnología en Zurich, la afirmación de que el consumo de
antioxidantes —especialmente, en forma de suplementos vitamínicos—
promueven la buena salud de las personas carece de sustento científico.
Experimentos realizados en ratones y gusanos muestran que el tratamiento
con compuestos que promueven la producción de ROS en las mitocondrias
(Ej.: la D-glucosamina y la niacina) incrementan sus esperanzas de vida
significativamente.
Reivindicando a las ROS
El Dr. Ristow ha realizado una serie de investigaciones y revisiones
de literatura respecto a la importancia de las ROS para mejorar la
salud e incrementar la esperanza de vida de diversos organismos. Pero
fue un estudio publicado en el 2009 que hasta hoy sigue resonando en el
campo de la fisiología del ejercicio…
Treinta y nueve varones, reclutados voluntariamente, fueron
sometidos a rutinas de ejercicios diarios por algunas semanas. A la
mitad de ellos les dieron un suplemento vitamínico rico en antioxidantes
antes del inicio su rutina. Después de cuatro semanas, los
investigadores se dieron con la sorpresa que los voluntarios que tomaron
grandes dosis de vitaminas C y E antes del entrenamiento no pudieron
beneficiarse de la sesión de ejercicios. Sus músculos no se
fortalecieron, la sensibilidad a la insulina —una medida de la salud
metabólica— no mejoró, y el aumento de los antioxidantes nativos, como
el glutatión, no se dieron. Y como este, otros estudios describieron los
mismos efectos.
El ejercicio físico consume rápidamente el combustible de las
células. Se produce más energía y también las temibles ROS. Pero después
de un rato, los radicales libres desaparecen y en su lugar se
encuentran compuestos antioxidantes producidos por las mismas células
musculares. Es así como nuestras células responden al estrés oxidativo.
Las ROS, en vez de ser simples desechos que deban ser neutralizadas
inmediatamente, cumplen importantes funciones señalizadoras dentro de
nuestro organismo. Al dotar de antioxidantes externos a nuestro cuerpo
estamos neutralizando la señal emitida por las células antes que el
mensaje sea recibido en otra parte del cuerpo. Además, estamos
bloqueando la respuesta natural de las células para que produzcan sus
propios antioxidantes y enzimas neutralizadoras que podrían cumplir
otras funciones adicionales para el bienestar del organismo.
Comer vegetales, pero no por los antioxidantes
Con esto no estamos diciendo que las vitaminas sean malas, todo lo
contrario, son pieza fundamental en una buena salud. Sin embargo, los
suplementos vitamínicos serían útiles si por alguna razón sufrimos
deficiencia de alguna de ellas. Por ejemplo, la falta de vitamina C en
nuestra dieta nos hace propensos a sufrir de escorbuto. Las pastillas de
vitamina C ayudarían a contrarrestar esa deficiencia.
Las frutas y verduras son una fuente valiosa de vitaminas y otros
antioxidantes, pero su efecto beneficioso para la salud sería gracias al
arsenal de moléculas tóxicas que usan para defenderse (Ej.:
biopesticidas, repelentes, etc.).
Por ejemplo, si
analizamos la composición química de una papa o un tomate encontraremos a
la solanina, un sustancia que puede ser mortal para el ser humano. Las
manzanas tienen en las semillas amigdalina, la cual libera cianuro
cuando es degradada en nuestro sistema digestivo. Si seguimos buscando
encontraremos más sustancias tóxicas en casi todos los vegetales que
comemos. Entonces, ¿por qué no nos hacen daño? Pues la dosis hace al
veneno. Por ejemplo, tendrías que comer 100 gramos de semillas de
manzana —debidamente trituradas— para morir intoxicado por cianuro. Eso
es muchísimas manzanas.
Lo que podría estar ocurriendo es que estas sustancias tóxicas, en
bajas concentraciones, podrían dar un pequeño estrés a nuestras células
para así estimular la producción de sustancias que favorecen nuestra
salud. En toxicología a este efecto le llaman hormesis.
Por ejemplo, el brócoli —al igual que otras crucíferas— tienen un
antinutriente llamado sulforafano, que tiene un efecto medianamente
oxidativo. Entonces, si creemos que los agentes oxidativos son malos
para la salud, deberíamos evitar su consumo. Sin embargo, muchos
estudios han demostrado que, por el contario, el sulforafano reduce el
estrés oxidativo, pues promueven la liberación de una proteína llamada
Nrf2.
La Nrf2 actúa como un gran interruptor genético, que activa la
expresión de unos 200 genes los cuales codifican enzimas para degradar
toxinas, proteínas para eliminar metales pesados, antioxidantes y
factores que mejoran la supresión de tumores.
En resumen, los radicales libres y las ROS no son necesariamente
malas para la salud. Si se mantienen en cantidades controladas, nos
generan muchos beneficios. Los antioxidantes son buenos y nuestro cuerpo
los produce en cantidades suficientes. No hay necesidad de gastar
muchos soles en complejos vitamínicos si no sufrimos de alguna
deficiencia.
fuentes:
http://www.taringa.net/posts/salud-bienestar/18132595/La-paradoja-de-los-antioxidantes.html
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